Realizar una fotografía es mostrar un trocito del mundo que nos rodea. Todo en la composición gira en torno al encuadre, lo que mostramos en ella.
En este Blog, como sabes, quiero prestar especial atención al resultado final de nuestras fotografías, a la imagen obtenida, y no tanto a la técnica.
Para eso tenemos que centrarnos en el lenguaje visual. Conocer cómo afectan los elementos que aparecen en la escena al mensaje que quiero mostrar. Cuando hacemos una fotografía estamos recogiendo en un recuadro de dos dimensiones, en una superficie plana, un instante de la realidad en tres dimensiones que nos rodea. Estamos comprimiendo un trozo de esa realidad tridimensional en un plano, la imagen que capturamos en nuestra fotografía.
El encuadre define los límites de lo que recoge nuestra fotografía, en relación con la extensa realidad que nos rodea. Esos límites, los bordes de la fotografía, pueden utilizarse para relacionarse de una forma más o menos intensa con las líneas, las formas y los colores de la fotografía.
El encuadre es algo que podemos cambiar fácilmente moviéndonos con nuestra cámara, o incluso sin movernos, moviendo sólo la cámara. Y si utilizamos un objetivo con zoom, sin movernos ni mover la cámara, también podemos cambiar lo que recogemos en la escena, con encuadres más cerrados, más zoom (distancia focal más larga) o más abiertos, menos zoom (distancia focal más corta).
Y aunque no seamos conscientes, existe una presión intuitiva que nos afecta en el momento de la captura respecto a lo que aparece dentro de los bordes de la imagen. ¿Corto este elemento por aquí?, ¿doy un par de pasos para atrás y lo saco entero?, etc.
Los bordes de la imagen son muy importantes a la hora de componer, ya que no sólo apoyan la composición sino que pueden ser la referencia para la orientación de otras líneas dentro de la imagen. Si por ejemplo, se rota el encuadre, podemos transformar un tranquilo horizonte en una diagonal que le dé dinamismo a la imagen y una sensación de desequilibrio y cierta confusión, como muestra la siguiente fotografía.
Formato del encuadre
El formato que tiene el encuadre cuando disparamos es fijo, y viene impuesto por el formato que pueda capturar tu cámara fotográfica. Lo más habitual es el encuadre rectangular, pero también existe el formato cuadrado.
Y dentro del formato rectangular, también hay distintas proporciones entre el lado mayor y menor. Una proporción muy habitual es 3:2. Una proporción que proviene del tamaño del tamaño de la película de 35mm, con un tamaño de 24×36 mm. Aunque muchas cámaras digitales también tienen una proporción 4:3, algo menos alargada, que se ajusta más a medios de impresión y visualización usuales.
Este formato de la captura después se puede modificar por software, recortando una zona de la misma, lo que se conoce como reencuadre.
Del mismo modo también se pueden juntar varias fotografías para conseguir otro formato distinto. Un ejemplo habitual son las fotografías panorámicas, que cómo sabes tienes un formato más alargado y que se suelen hacer juntando fotografías con formato “convencional”.
Un caso particular y curioso de imágenes panorámicas es el de las gigapanorámicas, obtenidas uniendo muchísimas fotografías, cientos incluso miles de fotografías. Unas fotografías cuya resolución parece no tener fin, puedes hacer zoom… ¡hasta el infinito y más allá! 😉 .
Como curiosidad, también existen cámaras panorámicas, que capturan las fotografías en formato panorámico, como la cámara analógica Zenit Horizon 202, o la más nueva ya digital Zenit Horizon Panorama D-L3.
Orientación del encuadre
La inmensa mayoría de cámaras fotográficas están diseñadas para capturar en formato horizontal, y girar la cámara para disparar en formato vertical complica el disparo. Salvo los teléfonos móviles, que por su forma, realmente son más sencillos de utilizar en encuadre vertical, y algunas cámaras de gama alta que llevan un disparador especialmente ubicado para realizar tomas verticales.
Las cámaras están diseñadas para capturar en formato horizontal fundamentalmente por dos razones:
- La primera es que es complicado diseñar una cámara que permita disparar en horizontal y vertical con la misma facilidad (por la ubicación de sus botones, etc.), por lo que los fabricantes han optado por el formato horizontal.
- La segunda y más importante es que nuestra visión, la visión binocular de nuestros dos ojos, es apaisada, vemos más extensión de lo que tenemos delante horizontalmente que verticalmente.
Así, el encuadre horizontal para nosotros es más natural. Nuestra visión suele moverse más de lado a lado, que verticalmente. Generalmente, aunque hay muchas posibles lecturas, es usual que los ojos empiecen a recorrer una imagen horizontal en el centro y del centro pasan a la esquina superior izquierda y recorren la imagen, revisando también las esquinas.
El encuadre vertical no es menos natural, no se ajusta a nuestra forma de ver el mundo, y nos fuerza más a una lectura menos cómoda para nosotros, de abajo hacia arriba, generalmente. Sin embargo, es el que se precisa para por ejemplo portadas de revistas y libros.
Lo más habitual al fotografiar un paisaje es hacerlo en formato horizontal, un formato que nos resulta agradable como ya hemos dicho. Sin embargo, en fotografía de retrato el formato más habitual es el vertical, ya que es el formato que más se aproxima a la forma de las personas.
Sin embargo, si en un paisaje tenemos algo llamativo en un primer plano, como unas piedras interesantes o unas flores muy bonitas, y un cielo espectacular, el encuadre vertical es capaz de mostrar ambos elementos de una forma mucho más llamativa que en un encuadre horizontal, ya que exagera la profundidad desde el primer plano hasta el fondo de la foto.
La captura vertical, hace que la mirada del observador se focalice en un fragmento más reducido del campo visual, pero su formato menos natural para nosotros puede llamarnos la atención.
A modo de conclusión, podríamos decir que el formato vertical deja de lado el contexto a la derecha y a la izquierda de la escena, y el horizontal todo lo contrario, se centra más en el contexto a ambos lados, quizás más relajante para nosotros, pero deja un poco de lado el contexto inferior y superior de la escena.
Es un buen ejercicio para educar nuestro ojo probar ambos encuadres cuando se fotografía un motivo. Y comparar ambos encuadres, para ver en cada momento cuál se ajusta más a lo que estamos buscando. La práctica te hará ir descubriendo el más adecuado en cada momento.
Reencuadre
El reencuadre es una forma de cambiar los bordes de una fotografía tras su captura. Si estamos hablando de fotografía digital esto se hace por software de una forma muy sencilla. Vía programas como Photoshop o cualquier editor de imágenes mucho más sencillo.
El reencuadre puede hacerse básicamente por dos motivos:
- Hay elementos en los límites de la imagen que queremos eliminar, ya que no nos interesan.
- Queremos cambiar el formato de captura, por ejemplo, para hacerlo más panorámico.
En cualquier caso el reencuadre supone eliminar una parte de la imagen, por lo que hay que saber que estamos reduciendo el tamaño de la misma, con la consiguiente pérdida de calidad por ejemplo para impresiones de un cierto tamaño. Recortes pequeños serán inapreciables, pero si hacemos grandes recortes en una imagen, el número de píxeles se reducirá considerablemente.
Por lo tanto, el reencuadre no justifica que no prestemos atención en el momento de la captura, sabiendo que después podemos recortar una parte. Siempre se debe buscar que el encuadre se ajuste desde la captura todo lo posible al encuadre deseado. Además, es un buen ejercicio que antes de apretar el botón de disparo de nuestra cámara pensemos si lo que aparece en nuestro encuadre es correcto o si por el contrario por ejemplo, estamos cortando un elemento importante de la escena, tenemos el horizonte inclinado sin pretenderlo, etc.
Hay concursos fotográficos que buscan fotografías lo menos procesadas posibles, donde incluso está limitado el factor de recorte máximo permitido, la cantidad de foto que podríamos llegar a eliminar de la imagen original capturada por el sensor de la cámara. Buscan una fotografía más purista, digamos.
Llenar el encuadre
En la fotografía menos es más, y algo muy interesante es intentar tener en nuestras fotografías un centro de interés. Un espacio en la misma que llame especialmente la atención, para que la persona que vea esa fotografía sepa rápidamente de qué estamos hablando con nuestra fotografía. Si en una fotografía aparecen muchos elementos con el mismo peso visual, competirán entre ellos “visualmente” y nuestra atención no sabrá en qué elemento reparar.
Una forma de dejar claro el centro de interés de nuestra fotografía es llenar el encuadre con el mismo. De esa forma, el observador no tiene más remedio que reparar en el mismo.
Sin embargo hay ocasiones donde no conviene cerrar tanto el encuadre, si no que conviene dejar espacio libre a este centro de interés. Por ejemplo, si aparecen elementos en movimiento, una toma que deje poco espacio alrededor, hará que parezca que el elemento no se puede mover. Si se quiere dar la sensación de que ese elemento “puede moverse o se está moviendo”, es mejor dejar un poco de espacio en el encuadre, sobre todo por delante del elemento, según su dirección de movimiento.
Otro caso donde es interesante que el centro de interés no llene todo el encuadre es cuando el contexto que hay a su alrededor aporta información útil o aporta algo de interés. Pero esos elementos que metemos ahora en el encuadre no tienen que competir visualmente con el centro de interés, bien por su color, por la luz que reciben, por la profundidad de campo (que no estén en la zona nítida), etc.