Esta fotografía es una de las más famosas del gran maestro francés Henri Cartier-Bresson.
Una de las que mejor recoge el concepto del “momento decisivo” que tanta importancia ha tenido para la historia de la fotografía.
Vamos con otra entrega de la sección llamada “Efecto óptico”, una sección para hablar de historia de la fotografía, a través de imágenes míticas de los grandes maestros de la fotografía.
Vamos a descubrir más sobre este maestro y su estupenda fotografía 😉
Fotógrafo
Estamos ante un maestro de la fotografía, uno de los fotógrafos más importantes de la historia de la fotografía.
Cartier-Bresson es considerado como uno de los padres de la fotografía de calle y del fotoperiodismo.
En el episodio 13 del Podcast hace ya 2 años te hablé de este fotógrafo 😉
Nació en 1908 en Chanteloup-en-Brie, un pequeño pueblo al norte de Francia. Henri fue el mayor de 5 hermanos.
Su padre era un rico comerciante del textil, que trató que su hijo siguiese sus pasos. Sin embargo su madre, le acercó a las artes, visitando el Louvre en París, e inculcándole su gusto por la música y la poesía.
Su tío Louis un pintor con cierto reconocimiento, le acercó también a la pintura, que captó el interés de Cartier-Bresson cuando tenía apenas cinco años. Con su tío pasó muchas horas en su estudio, hasta la trágica muerte de su tío en la Primera Guerra Mundial.
A pesar de su padre quería que ingresara en la escuela de negocios francesa, en 1926 dejó su hogar para estudiar en la academia de arte privada del escultor y pintor cubista francés, André Lhote, en París.
Esta experiencia sin duda dejó rastro en Cartier-Bresson, Lhote se convirtió para Cartier-Bresson en un maestro de la fotografía “sin cámara».
Tras una pausa por el servicio militar en 1930, pronto conoció en París a otros artistas franceses, como el escritor surrealista, René Crevel, o el fundador del surrealismo, André Breton, entre otros como Max Ernst, Marcel Duchamp y Man Ray.
Curiosamente, el que es considerado uno de los padres del fotoperiodismo, no se consideraba para nada un documentalista:
“No estoy interesado en documentar. Documentar es extremadamente aburrido y yo soy un pésimo periodista.” Cartier-Bresson
El propio Cartier-Bresson explica el consejo de su amigo Robert Capa, cuándo expuso en el Museo de Arte Moderno en 1946:
“Henri, ten mucho cuidado. No debes ser etiquetado como un fotógrafo surrealista. Si lo haces, no tendrás encargos y serás como una planta de invernadero. Haz lo que quieras, pero la etiqueta debe ser fotoperiodista.” – Robert Capa
Henri hizo caso del consejo, y aunque su interior abogaba por una fotografía menos documental, no tuvo reparo en colgarse la etiqueta de fotoperiodista.
En 1931, Cartier-Bresson viajó a Costa de Marfil para escapar de las restricciones de la vida urbana, una aventura que casi le cuesta la vida, al contraer una enfermedad parasitaria que casi lo mata. En este viaje ya tomó algunas fotografías con una cámara Zeiss Krauss de segunda mano.
A su vuelta a Francia, ese mismo año, mientras se recuperaba en Marsella, por casualidad vio la fotografía “Tres chicos en el lago Tanganiyka” del fotógrafo húngaro Martin Munkacsi.
Esta fotografía de tres chicos que corren desnudos y alegres hacia las olas en una playa africana, cautivó e inspiró a Cartier-Bresson para tomarse más en serio el medio y dedicarse a la fotografía.
Cartier-Bresson contaba de esta fotografía:
«De repente comprendí que la fotografía puede capturar la eternidad en un momento. Es la única foto que me influenció. Hay tanta intensidad en esta imagen, tanta espontaneidad, tanta alegría de vivir, tal milagro, que hasta hoy día todavía me sobrecoge.» – Cartier-Bresson
Un año después, en 1932, Cartier-Bresson compró su primera cámara Leica (una Leica I). Una cámara nueva en el mercado que ayudó a Henri a capturar de forma más natural e improvisada, por su pequeño tamaño y portabilidad, que le permitía ser discreto, pasar desapercibido y capturar de forma rápida.
Más tarde, a menudo incluso envolvía su Leica con cinta negra para hacerla menos visible 😉
Los siguientes años viajó por Europa, África y México, y comenzó a realizar encargos de publicaciones y a recopilar imágenes para su portfolio.
Tras una incursión en el mundo del cine, el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939, hizo que Cartier-Bresson se uniese al ejército francés como fotógrafo.
Ese mismo año, es tomado prisionero y enviado a un campo de trabajo alemán del que tras varios intentos, logró escapar, después de tres duros años de penurias.
Regresó a la granja había enterrado a su Leica, en el departamento de Vosges, al norte del país, y permaneció allí hasta el final de la guerra, colaborando con la resistencia francesa.
Cuándo las fuerzas aliadas habían aterrizado en Normandía, viajó con Robert Capa a París para cubrir la noticia de la liberación de la ciudad, poniendo fin a la ocupación alemana. Robert Capa había capturado poco antes sus míticas fotografías de la invasión aliada el Día D, en la Playa de Omaha.
Ambos fotógrafos, Cartier-Bresson y Capa, tomaron imágenes que forman parte de la historia sobre esta devasta dora guerra y se consagraron como fotoperiodistas.
En 1947, Cartier-Bresson junto a Robert Capa, David Seymour y George Rodgers, fundaron la mítica agencia Magnum, para proteger los intereses y derechos de los fotógrafos, como dueños legítimos de sus negativos.
Cartier siguió viajando, trabajando y fotografiando documentando acontecimientos internacionales fundamentalmente por Asia. Como la transición comunista en China o la muerte de Gandhi. Estos trabajos le dieron bastante reconocimiento internacional.
En 1952 publicó su libro titulado “El momento decisivo”, con parte de su obra. La portada del libro fue diseñada por su amigo Henri Matisse, y contiene 126 fotos de su amplio portfolio de imágenes de todo el mundo.
En el episodio 13, donde hablé ya de este fotógrafo, te recomendé otro libro “Ver es un todo: Entrevistas y conversaciones 1951-1998”, que recoge parte de las muchas entrevistas que concedió este fotógrafo, que muestra muy claramente su visión de la fotografía.
En 1955, cuándo se llevó a cabo su primera exposición en Francia en el prestigioso Museo del Louvre en París, Cartier-Bresson había ganado reconocimiento internacional.
También probó el retrato y logró sencillos y sinceros retratos de personalidades como Martin Luther King, William Faulkner, Susan Sontang, Marilyn Monroe, Pablo Neruda, Truman Capote, Man Ray, Marcel Duchamp, y muchos otros.
Tuvo un gran don de gentes, nunca rechazó ser presentado a nadie, y siempre tuvo sensibilidad con quien se dirigiese a él. Esto le hizo conocer a muchas personas y acceder a fotos que ningún otro fotógrafo podría conseguir.
Durante otros 10 años, continuó viajando por el mundo, muchas veces para cubrir conflictos armados y sus terribles consecuencias.
En 1966, Cartier-Bresson dejó Magnum y se retiró de la fotografía.
Siguió pintando, y se volcó en su faceta de padre, de su hija Melanie. Prácticamente ya no fotografiaba nunca.
En 2003, creó la Fundación Henri Cartier-Bresson con su esposa y su hija.
El 3 de agosto de 2004, murió en Cereste, Francia.
Lo cierto es que la variedad de su vasta obra, ha inspirado y sigue haciéndolo a las siguientes generaciones de fotógrafos, de todas las disciplinas, entre ellos a grandes fotógrafos como Robert Frank, Diane Arbus o Lee Friedlander.
El instante decisivo
Cartier-Bresson fue el padre del concepto de «el instante o momento decisivo».
Un concepto que impregna toda su obra y que ha influido mucho en el desarrollo de la fotografía.
Utilizó la fotografía para crear documentos visuales de extraordinaria espontaneidad.
Como se negó a alterar sus imágenes tras la captura, en sus fotografías parecen confluir dos conceptos que aparentemente casan mal: la documentación visual y el arte.
Crear la Agencia Magnum fue todo un acierto, ya que le permitió seguir trabajando como fotoperiodista, pero eligiendo sus propios temas y cierta licencia artística en sus creaciones, en lugar de fotografiar sólo los encargos y de una forma preconcebida.
Esa relativa libertad creadora, le permitió expresarse mejor y poder plasmar mejor su propia visión.
Así es como logró desarrollar su concepto:
«Tomar fotografías significa reconocer -simultáneamente y dentro de una fracción de segundo- tanto el hecho mismo como la rigurosa organización de formas visualmente percibidas que le dan sentido. Es poner la cabeza, el ojo y el corazón sobre un mismo eje”. Henri Cartier-Bresson
De estas palabras del maestro, se percibe claramente que la idea que trasciende va más allá del mero hecho de congelar un instante, ya que no vale cualquier instante.
Como muy bien explica el profesor Oscar Colorado en un amplio artículo sobre este concepto, el mismo va más allá de la variable tiempo, y es necesario añadir e integrar, al menos, otras dos variables más: el tema y la composición.
En un primer momento, sus fotografías no fueron del todo entendidas, “Surgió la impresión de que esas fotos habían sido realizadas casi automáticamente y que debían al azar su extraña y provocativa belleza; fueron descritas como: equívocas, ambientales, antiplásticas, accidentales”.
Está claro que respecto al tiempo, Cartier-Bresson, percibió nítidamente las posibilidades de la fotografía para retener instantes fugaces.
En su libro “Mirar del natural”, Cartier-Bresson dice:
“La fotografía es, para mí, el impulso espontáneo de una atención visual perpetua, que atrapa el instante y su eternidad”. Henri Cartier-Bresson
Otros fotógrafos, como el también francés, Jacques-Henri Lartigue, también percibieron y trataron esta cualidad de la fotografía.
Pero, no se trata sólo de estar en el lugar adecuado en el momento correcto, Cartier-Bresson no deja en su “instante decisivo” nada al azar.
Conocedor del lenguaje visual, desde su primer interés por la pintura, las composiciones de Cartier-Bresson están muy bien planificadas.
Podía estar paseando horas, hasta que algo llamaba su atención, y cuándo veía algo, aguardaba pacientemente, hasta el momento preciso, cuándo era capaz de capturar con gran rapidez.
“El manejo de la cámara, del diafragma, las velocidades, etc., tiene que ser un acto reflejo, como cambiar de velocidad en un coche”. – Henri Cartier-Bresson
Cartier-Bresson sigue dándonos pistas sobre el concepto del “instante decisivo”:
“Nunca he sentido pasión por la fotografía en sí misma, sino por la posibilidad de captar –olvidándome de mí mismo en una fracción de segundo, la emoción que el tema desprende y la belleza de la forma.” – Henri Cartier-Bresson
Aquí aparece esa otra variable importante: el tema. Si un tema para tí no desprende emoción, sentimiento, no hay fotografía posible, según la visión de Cartier-Bresson.
El episodio 137 del Podcast hablé de la pasión por la fotografía y la necesidad de fotografiar cosas que nos muevan por dentro. Este sería la tercera cuestión importante del “momento decisivo”.
¿Cuál es el momento decisivo?
Siguiendo la propia definición del gran maestro, el “instante decisivo” al que se refiere realmente respondía a su visión, a los temas que le interesaban y que capturaba según sus propios gustos.
No es algo universal, “el instante decisivo” de Cartier-Bresson era suyo, eras momentos que el consideraba que debía ser una fotografía.
No se trata de que fotografies imitando a Cartier-Bresson, sino de que lo hagas encontrando tu “propio instante decisivo”.
Debes encontrar tus momentos, tus temas y tu propia forma de contar las cosas 😉
Esos momentos donde tu cabeza, ojo y corazón estén en el mismo eje.
Y no tengas dudas que existe, el propio Cartier-Bresson decía:
«No hay nada en este mundo que no tenga un momento decisivo». – Cartier-Bresson
Si eres aficionado, tienes esa libertad creativa, tal como la tuvo este gran fotógrafo ¡No vivas la fotografía como los demás! 🙂
En este documental, que he descubierto hace poco, habla el propio fotógrafo de sus fotografías, de su forma de entender la fotografía y de otros estupendos fotógrafos compañeros. Está subtitulado en español y merece mucho la pena:
Otro documental que recomendé sobre este fotógrafo en mi listado de 60 documentales y películas sobre fotografía es éste:
Contexto
Esta fotografía pertenece a la primera etapa del fotógrafo, está realizada en 1932.
En esos momentos, Francia, bajo el gobierno de la Tercera República, también se vio afectada de forma tardía por la Gran Depresión de 1929.
Durante los primeros años de la década de 1930 subió el desempleo y hubo una paralización de los avances industriales y comerciales del país.
Lo que unido a ciertos escándalos de corrupción política, originó un creciente descontento de las masas contra los políticos y empresarios, y una progresiva desconfianza de los ciudadanos en las instituciones democráticas.
Eso hizo que los movimientos de corte fascista fueran cobrando más protagonismo en la política francesa.
Esa es la situación del país en el momento de la fotografía, un país algo estancado y donde se empezaban a vislumbrar ciertos enfrentamientos.
Henri Cartier-Bresson llevaba poco tiempo con su nueva cámara Leica, pero ya tenía el ferviente deseo de dedicarse a capturar momentos únicos 😉
Fotografía
Seguramente esta es una de las fotografías que Henri Cartier-Bresson más significativas de su “instante decisivo”.
La fotografía está tomada en la Plaza de Europa, tras la concurrida estación de tren de “San Lázaro” en París.
En lo denotativo, vemos a un hombre saltando sobre un área inundada, suspendido en el aire. El agua muestra un llamativo reflejo del hombre y parte de la escena y crea cierta simetría.
Aparecen unos edificios al fondo que parecen grandes, una valla en el plano medio y un muro junto a la valla en la parte izquierda con unos carteles. En el fondo parece percibirse algo de niebla, lo que parece apoyar también la luz difusa del ambiente.
La parte más iluminada está abajo, en el agua iluminada donde llama la atención sobre todo el reflejo oscuro del hombre saltando.
En el suelo hay algunos elementos, como una escalera que sirve de improvisado puente al hombre que salta.
La imagen es el blanco y negro, en formato vertical, y los elementos visuales están bastante organizados en al escena. Aparte de la simetría horizontal, parece existir otra simetría vertical por el dibujo de uno de los carteles, de unos bailarines saltando, en dirección contraria al sujeto principal.
La imagen tiene prácticamente el mismo espacio en blanco por arriba y por abajo, creando una composición bastante estática, que contrasta con el salto del hombre.
En lo connotativo, la imagen muestra el salto a “no se sabe dónde” de un hombre, deteniendo para siempre ese instante y creando cierta incertidumbre.
El lugar es un poco extraño, el ambiente es algo oscuro, el tipo de luz y la niebla, creo que transmiten una sensación de momento detenido, y cierta tristeza e intranquilidad.
En diagonal a la figura del hombre está el póster con la imagen de la bailarina que salta con gracia en el aire, un juego visual que parece un guiño gracioso. Que dado el aspecto sombrío general, percibo como un humor negro.
El movimiento del hombre está congelado justo antes de que el talón del hombre toque el agua, una maravilla de la técnica.
Hoy día, estamos súper acostumbrados a imágenes que congelan el movimiento, por minúsculo que sea. Pero en 1932, esto no estaba nada visto 😉
Las mejoras tecnologías permitieron realizar a Cartier-Bresson este tipo de imágenes, algo que supo aprovechar muy bien el gran maestro.
Esta parte de la foto creo que es fundamental porque nos centra en la imagen sombría, oscura, del hombre en vuelo.
En definitiva, una imagen que nos habla de un momento de cambio o suspense, con un antes y un después, con muchos interrogantes.
La cámara:
Leica I: La cámara que cambió la fotografía.
En 1925, en la Feria de Primavera de Leipzig en Alemania, se lanzó al mercado esta cámara. Una cámara que estaba destinada a cambiar el aspecto de la fotografía.
En ese momento se usaban fundamentalmente las cámaras de placas de vidrio. La introducción de las cámaras con una película pequeña de 35 mm fue todo un impacto.
La Leica no fue la primera cámara de 35 mm, pero fue la primera en hacer que 35 mm fuera realmente viable, que fuese una realidad cómoda de usar, lo que llevó al formato de película más popular de la historia.
Esta pequeña cámara proviene de una creación del inventor y fotógrafo alemán Oskar Barnack, quien se unió en 1911 a Corporación Ernst Leitz (que agrupaba 3 empresas distintas de Leica) como Director de Investigación.
Barnack construyó un pequeño dispositivo destinado a probar pequeños lotes de películas para cine, cuyo tamaño habitual de 35 mm. Sin embargo, se hizo evidente que lo que realmente había creado era una cámara fija en miniatura, conocida hoy en día como Ur-Leica.
Esta pequeña cámara evolucionó hasta convertirse en el primer modelo de la Leica. Modelo al que le siguieron varios modelos más.
Las primeras Leica iban acompañadas de un objetivo Elmar 50 mm f/3.5.
Conclusión
Estamos ante una fotografía mítica de la historia de la fotografía, una fotografía que auna perfectamente el concepto del “instante decisivo” que tan maravillosamente supo plasmar este gran fotógrafo.
Un observador nato que esperaba pacientemente a que los elementos se dispusiesen visualmente para reconocer en ellos una fotografía a su estilo 😉
Esa observación le llevó a capturar una imagen estupenda, que logra capturar y retener la idea de esa Europa, suspendida en el aire al borde de un desastre.
Cartier-Bresson se implicó como has podido ver mucho con el medio, fue un estudioso del lenguaje visual a través de la pintura y la fotografía y eso le dio muy buenos resultados.
Un fotógrafo, que además de recoger y documentar de forma magistral hechos históricos, supo plasmar su propia visión.
Una visión que tienes que ir encontrando y averiguando 😉